El conflicto magisterial en Oaxaca: ¿uno de los saldos de una revolución y una Constitución postergadas?

Publicado el 26 de agosto de 2016

Alfonso Guillén Vicente
Profesor-investigador de la Universidad Autónoma de Baja California Sur (UABCS),
aguillenvic@gmail.com
Con la colaboración de Juan Almeida y Guillermo Godínez, de la
licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública de la UABCS

En la segunda quincena de agosto del 2016, el conflicto magisterial en Oaxaca está cumpliendo tres meses y los bloqueos carreteros sesenta días, tal como lo indican los reporteros de la televisión comercial.

Mucho se ha escrito sobre la reforma educativa y la resistencia de la CNTE. Casi siempre para dimensionar su alcance nacional o para destacar los peros de la dirigencia sindical. Ha faltado, en nuestra opinión, ir a buscar a la realidad social y política de Oaxaca otras explicaciones que ayuden a entender el problema y a encontrar sus posibles soluciones.

Para nadie es un secreto la enorme desigualdad social de esa entidad federativa, su gran complejidad política y los fallos y las ausencias de la Federación en su desarrollo regional. Problemas que hace una década lanzaron un desafío a una presidencia de la república, la foxista, que no entendió o no quiso entender a las entidades federativas.

Con la llegada de Gabino Cué Monteagudo hace un sexenio, pensamos que se abría para los oaxaqueños una verdadera oportunidad de saldar viejos pendientes con un gobierno que, por su filiación política, entendiera mejor a la vieja Antequera. La verdad es que la gestión del abanderado de la oposición al PRI dejó mucho que desear y fue el mismo conflicto magisterial la comprobación de su fracaso.

La división de la oposición en los comicios locales de 2016 dejaron al Revolucionario Institucional en la muy difícil posición de enfrentar un conflicto que no parece terminar con el sexenio peñanietista y, sobre todo, con el boleto premiado en la rifa de un tigre que parece indomable: la pobreza y la desigualdad en Oaxaca.

Si volteamos los ojos a la Revolución mexicana y su paso frustrado e inútil por tierras oaxaqueñas, podemos entender mejor que en esa entidad federativa hay pendientes muy importantes que los gobiernos no han sabido y no han podido cubrir por más de 100 años. O que más bien han decidido postergar. Baste señalar dos hechos históricos acaecidos en 1915 para apuntalar esta afirmación.

A finales de 1914, el propio hermano del primer jefe del Ejército Constitucionalista, Jesús Carranza, jefe de las operaciones militares en el Istmo de Tehuantepec, es capturado por fuerzas locales de Oaxaca cuando se dirigía de Salina Cruz a Veracruz, y fusilado a principios del año siguiente en un paraje de los Mixes. Los responsables de su crimen fueron, a decir de un simpatizante de Venustiano Carranza, “protegidos por el actual gobierno del estado y… están escondidos en esta capital” (Oaxaca).1

Sin embargo, hay un ejemplo más claro de la ausencia de los ideales y las acciones de los revolucionarios en tierras oaxaqueñas. Es el llamado movimiento de la Soberanía, encabezado por el líder del Congreso local, Luis Meixueiro, y secundado por José Inés Dávila, gobernador interino, quienes plasmaron en el Decreto Número 14, el significado de esa idea de soberanía en términos sociales y políticos, vale decir, la cancelación en la región de los postulados que animarían la Constitución de 1917.

El Poder Legislativo de Oaxaca manifiesta, en el citado Decreto de junio de 1915, que “el estado de Oaxaca se ha mantenido en paz, sin tomar participación en la lucha armada” y que “esa actitud correcta del estado… no ha podido ser cambiada a pesar de los compromisos personales de algunos de sus gobernantes”. Declara su oposición a “reformas sociales que no son fruto de una ley” y subraya que “las costumbres y las índoles de los pueblos no se modifican con disposiciones legislativas, sino con medidas lentas y bien meditadas que dirijan y orienten por el sendero del progreso y del perfeccionamiento social la evolución natural de los pueblos (las cursivas son nuestras).

Continúa el referido documento señalando que “el estado de Oaxaca ha conservado el funcionamiento normal de sus instituciones y su gobierno ha procurado realizar, dentro de esa normalidad, sin convulsiones ni precipitación todas las reformas benéficas para el pueblo, demostrando así a los demás estados de la República que cualquiera reforma puede llevarse a cabo sin derramamiento de sangre…”.2

Los diputados oaxaqueños de hace una centuria demandaron su “derecho a exigir que se nos respete, que no se nos toque, que no se nos arrastre al desorden… tenemos derecho a exigir que se nos deje evolucionar dentro de la ley”; para luego decretar que “entretanto se restablece en la República el orden constitucional, el Estado Libre y Soberano de Oaxaca reasume su soberanía” y que “se gobernará observando la Constitución General de 5 de febrero de 1857”.

¿No estamos viviendo ahora lo que los gobernantes oaxaqueños postergaron hace un siglo?

NOTAS:
1. Ruiz Cervantes, Francisco José, La Revolución en Oaxaca. El movimiento de la Soberanía 1915-1920, FCE, 1986, pp. 61-65.
2. Ibidem, pp. 190-193.



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