¿Qué es el derecho?: una visión sobre lo jurídico

Publicado el 28 de febrero de 2017

Daniel García Urbina
Estudiante de la maestría en Derecho y asistente de Investigación del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM,
dan10r@hotmail.com
twitter
@Danielosem

“¡Ah, cuántas palabras huecas
y cuántas extravagancias se
han dicho! Sin embargo, todo
nace del deseo y todo acaba
en la paz. Como riñas entre
amantes son las disonancias
del mundo. En la disputa está
latente la reconciliación, y
todo lo que se separa vuelve a
encontrarse. Las arterias se
dividen, pero vuelven al
corazón y todo es una única,
eterna y ardiente vida.”

Hiperión, Hölderlin




Por regla general, las teorías que intentan definir qué es o para qué sirve el Derecho, asumen de antemano que está aquí para quedarse, que resolverá los problemas de toda sociedad, que ‒paradójicamente‒esos problemas quedarán eliminados. Parece que las definiciones de este concepto se quedan a medias, entre lo que persiguen y entre un mundo utópico. Bajo su perspectiva, el Derecho es una forma de mejorar los problemas sociales, sí, al punto casi de que el mundo se quede sin ellos, sin las contradicciones que lo alimentan, que le dan vida. Pero todas ellas olvidan que existe porque los problemas están siempre ahí, que la sociedad humana es catastrófica por sí misma.

El mundo en el que nos desarrollamos actualmente mantiene un orden establecido, donde las partes de la comunidad tienen una distribución y las instituciones se han erguido como ciertas. Se trata de sociedades de control ‒administradas‒con un orden de las partes que define las divisiones de la cultura entre los modos de hacer, los modos del ser y los modos del decir, que hace que tales partes sean asignados por su nombre a tareas y lugares posibles.

Es evidente que vivimos en tiempos difíciles, de desgarramientos sociales, de las crisis económicas y de una década donde la ideología es la no-ideología, sin lugar para los proyectos utópicos. Hemos entrado en la época del esfuerzo productivo individual (bajo la premisa del “¡hazlo por ti mismo!”) y de la libre circulación, del consenso nacional y la competencia internacional.Es con la llegada de la globalización y las instituciones que la reafirman, que sirven de máscara para ocultar las desigualdades reales y convertir a las masas en mera uniformidad y homogeneidad, eliminan la posibilidad de reconocer a “el otro”, y, en consecuencia, de luchar por un trato más justo. El sueño de un mundo sin fronteras, donde todos somos iguales, logra crear sociedades sin conflictos, sin desacuerdos, sin intervención.

Estoy convencido que deben superarse los paradigmas jurídicos que no han dado solución a las crisis de la sociedad; bien, pues se trata de ejercer una crítica del Derecho encaminada hacia el esclarecimiento y comprensión de los fenómenos sociales y lograr así la emancipación social. Es claro que el avance de la sociedad surge por las contradicciones sociales, de manera que el estudio y ejercicio del Derecho no debe atenerse a una descripción formalista de su objeto, sino que debe atender a la comprensión de un todo social.

¿Qué más da si estamos argumentando axiológicamente correctamente, si la lógica de nuestros preceptos normativos es idónea, si se trata de principios o reglas, si un ordenamiento jurídico tiene una regla de reconocimiento lo suficientemente asequible para la sociedad, si lo llamamos constitucionalismo o garantismo, si son derechos humanos o derechos fundamentales,si el contrato de compraventa está debidamente estructurado, si se cumplen los requisitos de procedibilidad en el juicio de amparo, si tenemos un montón de preceptos positivizados que “aseguran” la dignidad humana, si al final del día el problema de la injusticia está ahí presente, a la vuelta de la esquina?

¿Qué es pues lo que el Derecho debe ser? En primera instancia, cuando hablode lo jurídicome refiero a un lugar donde quedan atrapados el Derecho, la Política, la Filosofía, disciplinas todas ellas como ramas de la Moral. No como disciplinas independientes sino que se complementan, que coexisten, que sólo pueden ser explicadas si son entendidas cada una de ellas. Derecho, Política, Filosofía y Moral, constituyen aquel horizonte, donde el dogma ha sido superado por los rayos de un amanecer diferente; donde se trata de pensar distinto, de reflexionar.

El Derecho está para cuestionar el fin de los sueños utópicos, el fin de la historia, el fin de las ideologías. No creo en un Derecho que genera realidades, que crea conceptos, que nos impone verdades, que nos aleja de la espontaneidad de la vida, de las felicidades y alegrías del comportamiento del ser humano. Creo en un Derecho que nos acerca, a través del reconocimiento de otras voces, de un ejercicio de alteridad, a ese otro, al que hemos olvidado en el afán de controlar cada aspecto de la vida cotidiana.

Lo jurídico, actualmente como se concibe, ya sea encuadrado en el positivismo clásico, racional, ideológico o metodológico, sea encuadrado en las teorías más liberales como el constitucionalismo, el garantismo o el principalismo, siempre acude a la gloria de lo que puede ser plasmado en un instrumento normativo. Sin embargo, las palabras sobre el papel nunca serán capaces de hacer frente a la realidad. Considero que debe el Derecho debe ser resaltado en nombre de lo social ‒del movimiento social‒: que encuentra su lugar en las asambleas donde se discute y se legisla, en las jurisdicciones que verifican la conformidad de las deliberaciones y las decisiones con las leyes fundamentales de la comunidad.

Lo jurídico, es la garantía de saber discernir el sentido ‒y en consecuencia, la justicia‒ en medio del ruido del mundo; es pacificar virtuosamente una capacidad que precede al ejercicio del poder y las estructuras del mundo.Lo que yo propongo tiene que ver con su politización, de desmilitarizarlo, reducirlo a la simple gestión de lo social, eliminar todo aquello que no esté dirigido a la maximización de las posibilidades de éxito del ser en conjunto, de la vida en la comunidad.

En estos términos, la idea del Derecho ‒siguiendo las ideas de Jacques Rancière‒ se encuentra en el desacuerdo, se trata, al fin, de un espacio polémicodonde los individuos alzan la voz para ser atendidos, con lo que proclaman su resistencia a ser lo que socialmente se les dice que es. Es la instauración de un desacuerdo: cuando una parte no es reconocida como parte y actúa y habla para demandar reconocimiento. En este tenor, lo jurídico se presente como respuesta ante la fractura en el orden social establecido.

El Derecho no debe olvidar que para superar el estado actual de las cosas habrá que partir del hecho de que hay un principio de contradicción como base de toda sociedad: entre los que tienen y los que no tienen. Anterior dicotomía irreductible y siempre presente. Pues bien,se debe reconocer que hay una turba popular, una turbulencia infinita de individuos siempre diferentes de sí mismos, que viven en la intermitencia entre el deseo y el desgarramiento de la pasión.

El Derecho ‒así politizado‒ no consiste en una discusión racional de intereses múltiples, sino que es la lucha por hacer oír la propia voz y que sea reconocida como igual en la discusión. Es decir, su papel es interrumpir el orden de la dominación.

Siguiendo la línea de pensamiento de Rudolv von Ihering, estoy convencido de que el Derecho es la paz y el medio para ello es la lucha, de los pueblos, de los individuos, es más, si se quiere, de la lucha de clases. Falsa es la idea de que se propone evitar la discordia. Las grandes luchas sociales, como la abolición de la esclavitud, la libertad de posesión y de trabajo ‒instauradas como desacuerdos‒, no han sido alcanzadas sino después de luchas incansables por parte de los individuos.



Formación electrónica: Luis Felipe Herrera M., BJV