Los acosos de la civilización: de muro a muro (II)

Publicado el 11 de diciembre de 2017

Guillermo José Mañón Garibay
Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM,
guillermomanon@gmx.de

Una de las razones de Thomas Hobbes para dejar el estado natural era la imposibilidad de desarrollo civilizatorio, ya que el estado de guerra prevaleciente antes del contrato social haría imposible el progreso y evolución cultural. Hoy día, en dos de las principales universidades del país, se discute el “acoso a la civilización”; y la violencia ocupa, de nuevo, el punto central del debate, pero concebida como violación a los derechos humanos, como libre tránsito, medioambiente limpio o libre expresión de las ideas, etcétera. Sin embargo, la situación de la civilización acosada dista mucho de ser como la presentan los organizadores del coloquio UNAM/U de G.

Primero, vale preguntarse cuán violento es verdaderamente el mundo de hoy. Para el periodista Fareed Zakarias y para los investigadores de la universidad de Maryland, hay evidencias de que las guerras han disminuido desde mediados de la década de los ochenta, y que ahora estamos en los niveles más bajos de violencia desde la década de los cincuenta. Por ello, Steven Pinker, historiador y psicólogo de la violencia y profesor de Harvard, propone que probablemente vivimos en la época más tranquila de la historia de la humanidad. Ciertamente, hay conflictos bélicos, pero éstos se concentran en algunas partes del mundo, como Afganistán, Siria e Irak.

Los organizadores del coloquio sobre “el acoso a la civilización” no lo ven así, y la pregunta es ¿por qué? Tal vez sea un problema de apreciación, porque si bien la violencia ha disminuido, la información ha aumentado. Vivimos en la revolución informativa, las imágenes de los noticieros informan sobre conflictos bélicos a lo largo y ancho del mundo, favoreciendo la opinión de una violencia constante y generalizada. La verdad parece ser otra, porque la muerte y la destrucción han disminuido y si, por ejemplo, en 1975 murieron en Vietnam 6 millones de personas, diez años más tarde solamente fueron un millón en la Guerra del Golfo —y disponiendo de una técnica bélica más mortífera—. Parece entonces que el problema es la forma de informar. Y a ello se debe la impresión del “acoso a la civilización”, y a que el ciudadano promedio crea que un ataque terrorista puede matarlo en cualquier momento, lo que es sumamente improbable. La sensación psicológica de “pudo haberme ocurrido a mí” confiere la impresión de violencia permanente, aunque sólo sea en tanto amenaza latente.

No se niega que los terroristas “musulmanes” sean reales, pero constituyen una mínima parte de los 1.3 millones de musulmanes en el mundo. Además, el radicalismo islámico existe allí donde se precisa de un apoyo a la identidad del grupo étnico —como en Afganistán, donde no existe un Estado político a la manera occidental—. En otros países, los grupos radicales se vuelven más locales y menos internacionales, por ejemplo: en Irak, Al Qaeda se ha convertido en un grupo más antichiíta que antioccidental. A escala internacional, los extremistas musulmanes no han podido lanzar un ataque de alto impacto contra los USA o Europa occidental, tan sólo realizar ataques terroristas que no causan daños materiales de consideración.

Otros países de la región, como Irán, no constituyen una amenaza, incluso si desarrollaran la bomba atómica, porque el tamaño de sus economías y gasto en armamento es infinitamente inferior que el de los norteamericanos o israelitas.

El temor difundido por políticos como John McCain, candidato presidencial norteamericano en 2000 y 2008, descansa en la suposición de que potencias con enormes recursos militares, económicos y naturales —como China y Rusia—, pueden llegar a representar un peligro militar para Occidente. Sin embargo, estos países actualmente no desean convertirse en grandes potencias militares, sino asegurar sus esferas de influencia económica, mientras que otras “potencias”, como Brasil e India, desean simplemente mayor bienestar para su población. ¿Qué riesgo militar representa China o Rusia para la civilización? Desde el punto de vista del gasto militar, ¡ninguno! Rusia gasta en armamento la vigésima parte de los norteamericanos, y los chinos tienen veinte misiles nucleares; los norteamericanos 830.

Por otro lado, los millonarios de Arabia Saudita y otros países del Golfo, están alineados a los intereses norteamericanos u occidentales: compran armas occidentales —y bajo el control de los norteamericanos— e invierten en compañías occidentales, a la par que cumplen sus decretos internacionales para que ningún país de la región se salga del huacal.

Pese a los conflictos en Medio Oriente (Siria), que han desplazado a más de dos millones de habitantes, la región no se ha desestabilizado y continúa su desarrollo económico —como en Turquía, Jordania y Arabia Saudita, etcétera—. Asimismo, la mayoría de los países del mundo poseen economías estables, con una inflación controlada, además de políticas fiscales y monetarias exitosas. Por si fuera poco, la proporción de personas que viven con 1 dólar ha caído de 40% en 1981, a 18% en 2004. La pobreza se ha reducido en los países que albergan el 80% de la población mundial y la riqueza mundial ha crecido en 15 años a más del doble, aproximándose a 54 billones de dólares —el comercio exterior ha crecido 133% en el mismo periodo—. No puede negarse que son las olas de globalización mercantil las que han propiciado la superación de las amenazas o acosos a la civilización, como guerras, conflictos civiles e incluso terrorismo.

Los críticos dirán que esta situación es sólo temporal —¡como todo!—, sin embargo, se responde, permite comprender la situación del mundo en las últimas décadas y cuestionar la hipótesis de una “civilización acosada”.


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Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ilayali G. Labrada Gutiérrez