Saber ganar

Publicado el 10 de abril de 2018


Jorge Alberto González Galván

Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM,
jagg@unam.mx

Estoy leyendo la novela histórica El hombre que amaba a los perros, sobre la vida de León Trotski, escrita por Leonardo Padura. En una parte de la historia que cuenta el autor, su protagonista reflexiona sobre los posibles errores al tomar las decisiones en que participó después de vencer a las tropas zaristas.

Es común decir que cuando se es vencido en algo es necesario “saber perder”: felicitar al vencedor, reconocer sus cualidades, reconfortar a sus propios seguidores. Me conmueve, en este sentido, cuando veo en las ligas infantiles de béisbol que se saludan los equipos después del partido, o cuando en la final del Mundial de Beisbol los jugadores de República Dominicana, vencedores, se abrazan con los jugadores de Puerto Rico, vencidos. En las premiaciones de tenis el que gana suele también alentar al perdedor reconociendo su esfuerzo y cualidades.

Trotski lamenta que después de vencer a sus enemigos políticos externos no supo convencer a sus enemigos internos, ya que en lugar de respetar sus derechos y fomentar la elección democrática de las autoridades, la respuesta fue la represión.

¿Hemos aprendido, como humanidad, de estos errores de nuestra historia política y social? Me parece, en general, que no. A quien se resbala o pierde, en lugar de darle la mano para que se levante o reconocer su competencia leal, lo pisamos, nos burlamos, lo castigamos o le aplicamos la ley del hielo: lo ignoramos.

Saber ganar implica, para quien juega en la vida, sea en un campo deportivo o electoral —además de no hacer trampas, respetar las reglas y no ensuciar a los participantes—:

1. Dar la mano a los perdedores.
2. Reconocer el esfuerzo y las cualidades de los vencidos.
3. Agradecer el respeto a las reglas de la competencia leal.
4. Invitar a todos a participar en la toma de decisiones para el beneficio común.

En este año de elección de nuestras autoridades, me parece necesario recordar que en el juego de la democracia no sólo se debe saber perder, sino también ganar. Nos ha costado mucho en vidas, reflexión y dinero construir una cancha de juego electoral lo más pareja posible para todos —nunca perfecta, siempre perfectible—, para que nuestra convivencia y desarrollo se realice sin violencia y siempre para mejorar todos.

Humillar al derrotado es indigno, cuando, por el contrario, respetarlo nos dignifica. Gobernar maltratando al vencido es indigno, cuando, por el contrario, integrarlo nos dignifica.

Nuestros padres nos dieron sabios consejos: si en el juego no te vas a divertir, no juegues; si te vas a enojar, no juegues, porque “el que se enoja pierde”. Queremos electores y elegidos dignos de las enseñanzas de sus padres: respetuosos de las reglas del juego, que disfruten lo que hacen responsablemente, que no se enojen, que no se ensucien, que sepan no sólo perder, sino también ganar, de este modo, perdiendo unos y ganando otros, estaremos en paz.

Se trata de comportarnos como personas educadas; nuestros padres y nuestros hijos, que nos están observando, nos lo agradecerán.

Formación electrónica e incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ilayali G. Labrada Gutiérrez, BJV