Elecciones en Estados Unidos: In electors we trust

Publicado el 31 de octubre de 2018

Gustavo Eduardo Castañeda Camacho
Maestro en Derecho por la UNAM
email gustavo.castaneda@outlook.com

Resulta curioso que cada vez que hay un proceso electoral por la presidencia de Estados Unidos, éste monopolice la atención de la opinión pública. Como si cada candidato representara a nuestro equipo de fútbol de toda la vida, nos envolvemos en acalorados debates, así como lo hacen los hinchas más fieles al analizar el parado tácticos de su club mientras degustan unas tapas y un par de cañas. Por ejemplo, recuerdo que un querido profesor de la maestría en las pasadas elecciones presidenciales de 2016, nos hizo durante las ocho semanas previas al 8 de noviembre la misma pregunta: ¿quién creen que ganará la presidencia, Hillary o Trump? Hacíamos una mini encuesta, que semana tras semana emitió distintos resultados, a veces dábamos por ganadora a la candidata del Partido Demócrata y algunas otras al aspirante del Grand Old Party.

Esta batalla por la sucesión presidencial estadounidense, más que electoral, parece campal, pues a manera de alguna cinta de superhéroes, pensamos que la candidata a la que abanderamos era plus quam perfectum y su oponente la reencarnación de Hitler. Cuando la realidad distó mucho de ser así.

Lo cierto es que la elección presidencial de Estados Unidos a nadie deja indiferente, pues se trata de la designación del dirigente del país más influyente del mundo, ergo, la persona más poderosa.

A veces nos implicamos con vehemencia en la campaña de un candidato, a tal grado que, en época electoral, todos nos volvemos expertos en política internacional y peritos en procesos democráticos, aunque realmente lo que vociferamos es simple doxa.

Así, llega un martes, entre el 2 y el 8 de noviembre de cada cuatro años, en el que los ciudadanos estadounidenses se disponen a ejercer su ius sufragii y como si fuera una especie de reality show, seguimos obnubilados la jornada electoral. En los medios de comunicación parlotean de unos “538 compromisarios”, de unos “270 votos” y de un “Colegio Electoral”, conceptos distantes a la dinámica para elegir presidente en México.

Con todo y que la democracia de Estados Unidos es la más icónica del mundo, es irónico que los ciudadanos no elijan a su presidente de manera directa, por lo que la democracia no se traduce necesariamente en la petición del pueblo. Pensemos en el caso de Al Gore, quien en 2000 superó por más de medio millón de votos a George Bush, ¿quién fue el presidente?

Para que no nos engañen, ni nos asombremos, más vale que conozcamos los elementos mínimos del Poder Ejecutivo de los Estados Unidos, así como la manera en que lo eligen.

En primer lugar, tenemos que acercarnos a su Constitución, ya que en el artículo II, cláusula 1, se establece que el Poder Ejecutivo estará conferido en un presidente, que desempeñará su mandato por un periodo de cuatro años, junto con el vicepresidente. los requisitos para el cargo se encuentran en la cláusula 5 del mismo artículo, que a grandes rasgos son: a) ser ciudadano de nacimiento; b) tener, al menos, treinta y cinco años de edad, y c) haber vivido dentro del territorio durante catorce años.

Como habíamos mencionado en líneas ut supra, los electores no eligen directamente al presidente (tampoco al vicepresidente), lo que hacen es escoger una lista de 538 ciudadanos compromisarios, también conocidos como “los electores” del Colegio Electoral. Estos 538 electores, corresponden a una cifra similar a la suma de los senadores y representantes del Congreso.

Una vez que el pueblo ha elegido a los compromisarios, éstos se reúnen en las capitales de los estados para emitir su voto. Para nosotros es peculiar que el candidato que haya obtenido el mayor número de sufragios en un estado se lleve todos los comicios electorales, de hecho, nos preguntamos a dónde van los otros votos, ¿qué acaso las papeletas restantes no cuentan? Lo que sucede es que cada estado equivale a un determinado número de votos electorales, es por eso que vemos que hay estados que cuentan con más o con menos que otros.

En este sentido, son 270 votos los que necesita un candidato para convertirse en el nuevo presidente de Estados Unidos de América. Ante este hecho, son innumerables las críticas que ha recibido este sistema sui generis de votos electorales, pues en teoría un aspirante presidencial puede ganar las elecciones, sin gozar de popularidad real, siempre y cuando obtenga los 270 votos de los compromisarios en el Colegio Electoral. En una situación extrema, un presidenciable puede recibir cero votos en 39 estados de cincuenta, y aún así convertirse en presidente, al ganar los votos del Distrito de Columbia y once estados más (California, Texas, New York, Florida, Pennsylvania, Illinois, Ohio, Michigan, Georgia, New Jersey y Washington).

Para quienes les parezca inverosímil esta situación, colocamos la siguiente tabla que muestra el número de votos electorales a los que cada uno de los estados tiene derecho. Hagan sus propias cuentas, combinaciones y conclusiones. Sin duda, los ciudadanos estadounidenses en los electores confían.

Estado

Votos electorales

Alabama

9

Alaska

3

Arizona

11

Arkansas

6

California

55

Colorado

9

Connecticut

7

Delaware

3

District of Columbia

3

Florida

29

Georgia

16

Hawaii

4

Idaho

4

Illinois

20

Indiana

11

Iowa

6

Kansas

6

Kentucky

8

Louisiana

8

Maine

4

Maryland

10

Massachusetts

11

Michigan

16

Minnesota

10

Mississippi

6

Missouri

10

Montana

3

Nebraska

5

Nevada

6

New Hampshire

4

New Jersey

14

New Mexico

5

New York

29

North Carolina

15

North Dakota

3

Ohio

18

Oklahoma

7

Oregon

7

Pennsylvania

20

Rhode Island

4

South Carolina

9

South Dakota

3

Tennessee

11

Texas

38

Utah

6

Vermont

3

Virginia

13

Washington

12

West Virginia

5

Wisconsin

10

Wyoming

3

 


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