Plagio académico: ¿travesura o fechoría?1
Publicado el 17 de enero de 2023
Luis de la Barreda Solórzano
Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, lbarreda@unam.mx
Inaudito: el Presidente afirma que la demostración de que la ministra de la Suprema Corte Yasmín Esquivel plagió su tesis de licenciatura tiene como objetivo, dado que ella es su candidata para presidir el alto tribunal, dañar a su gobierno.
Andrés Manuel López Obrador hizo del combate a la corrupción bandera de sus tres campañas como candidato a la Presidencia. Pero no haría falta que hubiese enarbolado ese estandarte. Cualquier corruptela es reprobable, y el primer mandatario de los mexicanos debería ser el primero en señalar su inaceptabilidad.
Si en verdad el Presidente fuera un enemigo de la corrupción, como insiste en proclamarse, tendría que felicitar a Guillermo Sheridan —que, además de un escritor estupendo, es un gran cazador de plagiarios: ya anteriormente había desvelado el cometido en una de sus obras por el Dr. Alejandro Gertz Manero— por haber descubierto ese acto de deshonestidad realizado no por cualquier ciudadano de a pie, sino nada menos que por una mujer hoy integrante del máximo tribunal de la nación.
En lugar de tal felicitación, el Presidente ha manifestado que Sheridan ha hecho un gran daño al país y que no lo acepta como juez ¡porque es parte de la oligarquía! Cualquiera sabe que ese gran escritor no posee la fortuna, por ejemplo, de Manuel Bartlett o de Olga Sánchez Cordero, el primero colaborador del Presidente y la segunda su excolaboradora. Pero el tema no es el de su situación financiera.
En primer lugar, hay que decir la obviedad de que ser rico no necesariamente es ser malo. No lo es, por ejemplo, Bill Gates, quien dedica una parte de su riqueza a obras filantrópicas admirables. Muchos ricos son buenos seres humanos. Pero ese no es el punto: no importa la situación económica de quien prueba inobjetablemente un acto de corrupción.
Lo que importa, lo único que importa, es que lo está probando, sea rico, pobre, de clase media, aspiracionista o sin aspiraciones. No hace daño a México quien demuestra un fraude de quien llegó a ser ministra de la Suprema Corte: le está haciendo un servicio a todos los mexicanos porque exhibe un acto inadmisible que debe tener las debidas consecuencias jurídicas.
Fusilarse una tesis para graduarse en una licenciatura no es —como lo ha querido presentar el Presidente— una simple travesura de juventud, como lo sería, por ejemplo, faltar a una clase para irse a Chapultepec o al cine con la novia, el novio o un grupo de amigos. La clonación de un texto de no menos de 100 cuartillas para apropiárselo fraudulentamente es un acto que agravia al plagiado, a la universidad donde se comete esa fechoría y al propio plagiario.
El Presidente debió, por decencia, reprobar ese acto. Anatematizar a quien lo hizo público equivale a justificar el timo: la corruptela tenía que permanecer desconocida para la opinión pública porque su perpetradora es la candidata del Presidente para presidir la Corte.
La ministra exhibida ha negado la acusación y ha pretendido defenderse, pero su defensa es digna del teatro del absurdo: la víctima del plagio —jura— fue ella… pero el supuesto plagiario se graduó con la tesis calcada un año antes que la ministra. Es decir, de acuerdo con la ministra, el plagiario copió textualmente una tesis que aún no estaba elaborada. No es relevante que el proyecto de la tesis de la ministra se hubiese formulado años antes, como ella asegura: no es lo mismo el proyecto que la tesis misma.
No tengo duda de que la Universidad Nacional Autónoma de México, nuestra máxima casa de estudios —de la que los universitarios, salvo el Presidente, estamos orgullosos—, resolverá el caso en estricto cumplimiento de la normativa universitaria, sin importar que la resolución incomode al primer mandatario.
Mientras tanto, disfrutemos de la Nochevieja. Agradezcamos a Dios, a los dioses, a nuestra configuración genética, a nuestros médicos, a nuestros hábitos saludables o al azar —según las circunstancias o la fe de cada cual— que aún estemos vivos. Al alzar la copa a las 12 de la noche del 31 de diciembre celebremos la vida que, aun con todas las cosas aciagas que nos depara, es un don maravilloso y, no lo olvidemos, irrepetible.
NOTAS:
1 Se reproduce con autorización del autor, publicado en Excelsior, el 29 de diciembre de 2022: https://www.excelsior.com.mx/opinion/luis-de-la-barreda-solorzano/travesura-o-fechoria/1561226
Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero